Sunday, January 28, 2007

Para demostrártelo,

podés probar un pequeño experimento:
Dejá este libro por un rato y cerrá los ojos. Fijate cuánto tiempo podés estar simplemente sentado, disfrutando la sensación de tu cuerpo y los sonidos a tu alrededor. Lo más probable es que no sea por mucho tiempo; quizás un minuto nada más antes que tu mente empiece a parlotear. Si te sentás por un momento y tomás nota de tus pensamientos, vas a asombrarte: Vas a descubrir que estás manteniendo tantas conversaciones diferentes e incoherentes internamente con vos mismo que si se las oyeras a otro en vos alta pensarías que está loco. Este parloteo constante nos roba la vida, literalmente, impidiéndonos disfrutar lo que ella nos dá en cada momento.

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